Un camino sorprendente entre Denver y Taos
Desde el 2021, tenía una visita pendiente al Estado de Nuevo México porque en ese entonces cerraron sus fronteras al turismo a causa de la pandemia.
Un viaje postpuesto
En noviembre del 2022, cuando comencé a conducir desde la ciudad de Denver, en Colorado, hacia Taos en Nuevo México, me sentí muy emocionada. Decidí no tomar ninguna de las grandes autopistas, sino que preferí internarme por carreteras secundarias entre las montañas rocosas.

Aunque mi navegador marcaba cuatro horas, sabía que tardaría muchas más. Salí muy temprano y después de dejar el tráfico de la ciudad, la carretera se fue estrechando y comenzó a serpentear por las escarpadas montañas.

La soledad de las montañas
Me gusta conducir despacio y detenerme a fotografiar lo que me llama la atención, así que cada vez que veía una desviación la tomaba, sin saber hacia a donde se dirigía. Me gustan las carreteras de tierra donde puedo detenerme a la orilla del camino y observar el paisaje, las plantas, las montañas y hasta las nubes.



La primera parte del recorrido la hice entre los bosques de coníferas, pero luego la vegetación se fue haciendo más baja y escasa, hasta llegar a lugares desolados, donde la tierra y las rocas estaban cubiertas por árboles muy bajos y arbustos secos.

Esta vía solitaria atraviesa las cumbres del Pike National Forest (Bosque Nacional de Pikes) donde la inmensidad de las montañas era imponente y los picos blancos contrastaban con las rocas oscuras y la vegetación seca y dorada de los valles.

El invierno en las altas cumbres de las rocosas
El viento hacía vibrar el auto, el cielo azul se cubría por nubes oscuras cargadas de nieve que pasaban rápidamente, dejando una capa de escarcha sobre el camino. Sentía la emoción de estar viendo la naturaleza estremecerse y transformarse frente a mis ojos en cada curva del camino.

Había muy poco tráfico y no vi poblados o actividad humana. En los valles encontré algunos ranchos con graneros de madera abandonados y de vez en cuando rebaños de ganado y caballos. Este territorio tuvo una gran bonanza durante la fiebre del oro, pero una vez que la minería decayó, la población disminuyó y muchos pueblos se convirtieron en aldeas fantasmas.


Al seguir mi trayecto hacia el sur, encontré una ruta panorámica y estuve conduciendo por más de dos horas cerca de los grandes picos de Collegiate Peaks, todos ellos con una altitud de más de 4000 metros sobre el nivel del mar.

Al iniciar mi viaje había decidido no detenerme en Great Sand Dunes National Park and Preserve (Parque Nacional de las Grandes Dunas) porque sabía de las temperaturas extremas y de la dificultad para acceder a las dunas especialmente en el invierno. Pero, aunque todavía me esperaban dos horas de recorrido hasta llegar a Taos, decidí echar un vistazo.

Great Dunes National Park
Desde el área del parqueadero pasé por un túnel de unos veinte metros formado por la vegetación seca, hasta llegar a un área donde se abre el paisaje y se ven las dunas y los grandes picos nevados. Me sorprendí, fue un momento mágico e inesperado.

Las dunas están aproximadamente a un kilómetros desde el parqueadero y la caminata es difícil. Avancé con cautela, no sabía si había hielo debajo de la arena y la nieve. La temperatura estaba a unos tres grados centígrados bajo cero y el viento era muy fuerte.


Tal vez por la falta de humedad, la nieve era volátil y ligera y se deslizaba a gran velocidad sobre la arena. Tuve una sensación muy extraña, me sentía caminando sobre un mundo en movimiento, en el cual las ráfagas se movían a ras del suelo, formando torrentes, raudales y torbellinos.

Fotografiar y filmar lo que veía fue todo un reto porque por la fuerza del viento, no pude usar el trípode ya que vibraba e incluso salía volando. Sostener la cámara estable fue una tarea difícil y me tocaba esperar que las ráfagas se calmaran un poco para tratar de atrapar la esencia de ese mundo en movimiento.

Al mirar con cuidado cerca de mis pies, vi como las montículos de arena atrapaban los diminutos cristales de hielo que volaban sobre ella, creando un contraste maravilloso entre la arena rojiza y la blancura de la nieve.

Allí estuve disfrutando y fotografiando este espectáculo sorprendente por un buen rato y luego caminé hasta la primera duna. Para ese momento estaba exhausta de luchar contra el viento y de marchar entre la inestable arena que creaba succión a cada uno de mis pasos. Así que inicié mi camino de regreso.
El atardecer
Al ir cayendo la tarde, las dunas estaban en el momento perfecto en que las sombras creaban largas siluetas oscuras sobre la arena y la fuerza del viento producía un movimiento ondulante con la luz del crepúsculo.

Esperé los hermosos tonos rosados del atardecer y con las ultimas luces comencé a conducir hacia Taos. Llegué a mi cabaña pasadas las ocho de la noche, casi 12 horas después de haber iniciado mi viaje. Estaba feliz y emocionada de haber disfrutado de un día perfecto y de llevar entre mis cámaras cientos de imágenes espectaculares.

Hay momentos únicos e irrepetibles. Pude estar allí, en el Great Sand Dunes National Park durante el invierno. Con la luz perfecta, la cámara en las manos y la posibilidad de capturar la belleza en este mundo en movimiento. Aquí dejo que la naturaleza hable por sí misma.
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