Hoy es un día perfecto, sobre todo si eres un hongo

Cuando miro hacia atrás y repaso mi vida durante los últimos años, no puedo sino sorprenderme. Cada día he ido descubriendo nuevas oportunidades y desechando otras sin que muchas veces pueda entender el camino que voy recorriendo. Hace algún tiempo no hubiera podido ni siquiera imaginar lo que hoy disfruto inmensamente. Para mí, los recorridos en la naturaleza se han convertido en algo tan esencial como el aire. 

El país que llevo adentro

Extraño a Colombia, a la Sierra Nevada, a las montañas sembradas de café, al páramo mágico y a mi amada selva. 

Mientras escribo, las imágenes de lo que siento, son absolutamente reales. Puedo percibir el olor del musgo, de los cafetales en flor y de la tierra húmeda. 

Ayer, mientras escuchaba mi emisora favorita de música clásica, el presentador comentaba sobre el clima: “Hoy es un día perfecto, sobre todo si eres un hongo: el día se presenta caliente y húmedo.”

¡Me encantó el comentario! Me gusta ser el hongo entre los troncos de la selva, la niebla y la escarcha en el páramo, la orquídea en el bosque de lluvia y la mariposa entre las flores. ¡Cada día es un día perfecto!

Caminar lentamente

Me gusta ir sin prisa, buscando las hormigas que cargan sus hojas entre el follaje, verlas mientras se comunican con sus antenas y caminan decididas. Llevan trozos de hojas y flores diminutas y avanzan protegidas por quienes se encargan de vigilar la marcha desde las altas hierbas. 

Cuando era niña, me gustaba dejar caer una rama o un fruto en su camino, para verlas resolver la encrucijada. Las centinelas daban su señal de alerta, investigaban rápidamente y decidían si debían rodear el obstáculo, sobrepasarlo o retirarlo. Pronto la marcha continuaba. 

Ahora, cuando estoy en el bosque camino lentamente, sé que podría pasar sobre ellas sin verlas o peor aún, podría pisarlas. Disfruto de cada paso que doy y de cada nuevo descubrimiento. 

Me gusta buscar las lagartijas escondidas entre las hojas, las ranas, las orugas y las pequeñas orquídeas que crecen entre el musgo. 

Las aves

Me sorprendo con el canto de las aves o con su leve aleteo que me invita a hacer una pausa. Llegar a la cima, rara vez es mi meta, pero cada una de las pausas que tomo, si lo son. 

Algunas aves se espantan al escuchar el sonido de mis pisadas sobre las hojas secas. Ellas se esconden entre los árboles, pero al igual que nosotros los humanos, son igualmente curiosas. Desde el pequeño gorrión, hasta el águila o el halcón. Algunas veces me miran indiferentes y continúan con la limpieza de sus plumas, la construcción de sus nidos, libando entre las flores o cazando sus insectos favoritos.  

Otras se posan y cantan, vigilándome por el rabillo de su ojos y me regalan momentos preciosos que guardo emocionada entre mi cámara y en mi corazón. 

A veces vuelan nerviosas y se van, pero si les doy el tiempo suficiente, regresan. Unas vienen a vigilarme y otras a informarme que no soy bienvenida. Con sus chillidos, aleteos y la mirada fija, directo a mis ojos, me envían un mensaje fuerte y claro. Tal vez están anidando así que yo sigo mi camino, devolviéndoles su territorio. 

El trópico

Al recordar, puedo revivir la lluvia tibia del trópico, las tormentas eléctricas que se desatan en la temporada de lluvias y los bosques verdes. Los ríos de colores, los hermosos colibríes, las brillantes corocoras y tucanes, las garzas cocoi y los trogones. Cuántas maravillas por ver y por sentir, por tocar y por escuchar.